26/7/15

Medios y Nuevas Tecnologías: un camino sinuoso, un desafío insoslayable



Los medios y la tecnología vienen consolidando nuevos paradigmas en estos tiempos de expuesta globalización: los editores buscan herramientas para hacer más rentable el periodismo; se verifican estrategias para producir y comunicar con el complemento de las redes sociales (facebook, twitter y tantas otras); se privilegia la cantidad de información que circula, más no siempre la calidad, entre otras variables que podríamos considerar en esta ocasión.

Los medios hegemónicos, principalmente, han entendido la necesidad de proponer a sus lectores, escuchas, televidentes, cambios frecuentes en el diseño y jerarquización de contenidos pues ya nada es lo que era: los medios, sus propietarios (bajo su poderío económico les resulta nada problemático concentrar negocios de la comunicación con la producción agrícola-ganadera, o cualquier otro rubro industrial) que consideran que ninguna ley deben respetar en su ejercicio empresarial, y, los ciudadanos que se valen de múltiples maneras de ellos.

Los medios buscan periódicamente mejorar su manera de difundir sus artículos en alianza con las redes sociales, fundamentalmente, Facebook y Twitter. Y, en paralelo, vale repreguntarse desde el inmenso paisaje de medios barriales, regionales, comunitarios qué rol pueden, deben y quieren jugar en términos editoriales e informativos. Algunas visiones arriesgan que ocurrirá una especie de sinergia entre lo digital y el impreso que hará, en el mejor de los casos, un periodismo más profesional, profundo, original y narrado desde otras trincheras con historias nuevas y más investigativo; otros, apuestan a que todo será mucho más audiovisual, superficial y poco confiable en cuanto a las fuentes y la narración de cualquier hecho.

Es pertinente tomar nota de que la noticia es una especie de “dato” con actualización permanente cada diez segundos si es necesario que, hoy, lo llevan adelante casi en soledad los grandes medios. Esta celeridad en la difusión de un hecho, una idea, una opinión nos provoca a preguntarnos sobre la imagen, la inmediatez, la precisión entre otras variables en el ejercicio comunicacional. Sobre este punto, Miguel Ángel Bastenier afirma que “la tecnología del chip, el chat y el link, por citar tan solo a su santísima trinidad, no podía sino afectar muy directamente al trabajo periodístico.”  Y con ello, agrego, las formas que asumimos en el diseño de nuestros sitios y la imagen persona, profesional e institucional que queremos significar-representar.

Hace unas cuantas investigaciones que se verificó que se ha modificado el contrato de lectura entre aquel periodismo en el papel y este en la red; entre el vínculo radialista y las temáticas que componen el hecho comunicacional; entre el espectador ante la caja boba (televisión) y el poder del zapping para establecer alguna chance de relación menos desigual. Es que leemos distinto en la pantalla cómo lo hacemos/hacíamos en papel pues nos movemos de manera mucho más selectiva: un fragmento aquí, otro más allá, y la prevalencia de no acabar lo que empezamos porque hemos saltado al Twitter, Facebook o cualquier otra red. Modos que siguen modificando y replanteando nuestra práctica comunicacional y de gestión y construcción del conocimiento.

La tecnología a la que acceden ricos cada día más ricos, también, colabora con este contexto pues el lector-escucha-televidente contemporáneo tiene acceso a la información en permanente movimiento a través de su celular (Internet, celular wifi, nuevas aplicaciones) que desplaza progresivamente a la comodidad de la computadora en casa; el periodista, el comunicador está convocado a responder, al instante, preguntas que le llegan en tiempo real...desafío sobre el que los medios de nuestros barrios, comunidades, la región (que no poseen vastísimos recursos)  están llamados a afrontar si no deseamos quedarnos anclados en otro tiempo.

Estamos en un tiempo de integración de tantas novedades y, al mismo tiempo, de aprendizajes que nos convoca a pensar si nuestras prácticas comunicacionales como las que desarrollamos desde Proa Comunicación, desde nuestro espacio De boca en boca en la radio pública de la Universidad Nacional de Avellaneda debe correr tras cada novedad tecnológica o matizar entre el corazón de la propuesta que privilegia contenidos, producción y ejercicio plural del derecho a la comunicación con todas las voces. Hasta este momento, apostamos a esta última opción sin descuidar que para dar a conocer nuestra propuesta, nuestra identidad, la posibilidad de ampliar vínculos y redes, la de incidir con otros por una sociedad mejor requieren, también, darle un lugar a la tecnología que está en nuestras vidas.

Nuestra experiencia comunicacional (con algunos momentos más fuertemente dedicados al periodismo) la llevamos a cabo atravesados por la docencia, la investigación y la extensión, un entramado que nos exige periódicas actualizaciones para "caminar con"  y no "detrás de".  En los ámbitos públicos de educación superior, la radio y la televisión digital están dando pasos en estos últimos años que, sanción de una nueva ley de medios mediante, se fortalecen con el trabajo en red que, por ejemplo, llevan adelante las radios públicas universitarias (cerca de medio centenar en la Argentina) lo que llevó a los órganos directivos de las instituciones a ganar espacios en la gestión y consideración de la comunidad educativa y la sociedad toda.

Este avance radial en red permite, crecientemente, la producción de contenidos cada vez más plurales, situados, conformadores de otra agenda a la que ofrecen los grandes medios, y también, de marcar presencia extendida con las redes, las transmisiones en línea, las aplicaciones a celulares, etc. En este paisaje, y a través de la radio pública de la Universidad Nacional de Avellaneda "De boca en boca" (ver http://radio.undav.edu.ar/node/86) hace realidad, modestamente, algunas de las propuestas que tantos seminarios o encuentros de comunicación enumeran como compromisos a los cuales los comunicadores no podemos ni debemos soslayar.
Otro tanto,  se empieza a transitar en la televisión digital para lo cual pequeños consorcios de universidades públicas están pensando y produciendo sus primeros contenidos para definir su modo de comunicar y empoderar a la sociedad con el conocimiento científico que producimos en ellas.

Una realidad más compleja viven los medios comunitarios que podrá abordarse en otro momento, pues caeríamos en una simplificación al querer brindar alguna definición en escasas líneas.
De todos modos, unos y otros actores viven un contexto comunicacional rico en diversidades, identidades, propuestas, acciones y políticas desde el cual nos preguntamos si, además de contar con cierta tecnología y acceso a redes, y si desde el rol más protagónico que asume el ciudadano informando, denunciando, criticando o tan solo diciendo lo que se le antoja ¿Es satisfactoria esta realidad comunicacional o debemos pensar en estrategias complementarias para enfrentar esta revolución informativa y de rompimiento en hábitos y paradigmas?

Néstor Manchini – Socio WACC América Latina
NdeR: Este artículo solicitado fue publicado en http://us9.campaign-archive2.com/?u=27a5a14dd757493ef4f636aa3&id=8c6c4bf445&e=7b2619ca88

La sociedad de la información falsificada



Y todos los noticieros que no tenemos

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
No logramos consolidar (por ahora) el conjunto de estrategias indispensables para generar los “noticieros” que necesitamos. En materia de “producción informativa” hemos sido derrotados sistemática y secularmente. Los poderes hegemónicos, desde los púlpitos hasta los “house organ”, hicieron del control sobre la información un ejercicio de su poder semiótico ante el que no hemos sabido ponernos a salvo con anticuerpos y contraataques efectivos e invencibles. ¿Recién te enteras?
Con su modo de “producción de información” las oligarquías han sabido imponernos todas sus premisas alienantes y han sabido desarrollar laboratorios de guerra informativo-ideológica desde donde nos atacan sistemáticamente con mentiras, confusiones, calumnias y engaños que nos han arrodillado sin clemencia. Bolívar decía “por el engañó nos han derrotado más que por la fuerza”. Y tiene mucha razón, hasta el presente.
Ellos entendieron, con toda claridad mercantil, que “informar” es un ejercicio de poder que puede camuflarse de muchas maneras y lo convirtieron, también, en gran negocio. Ellos lo usan para someter a los trabajadores y para convertir las conciencias de los pueblos en mercados de chatarra intelectual en el que brilla por su ausencia la verdad y se la suplanta con la “espectacularidad” efímera. Le llaman “noticieros”, “prensa”, “informativos”… Hay eufemismos a raudales. Para conseguir cierto efecto de credibilidad se fabrican (ellos mismos) un “prestigio” a medida, santificado por los dueños del negocio “informativo” y santificado por una buena lista de esbirros “intelectuales” fabricados, también, a medida. Al menos, un balance general desde la aparición de los primeros boletines de iglesia, los primeros diarios y los primeros noticieros… arroja en el presente, resultados espeluznantes. No se puede esperar mayor cosa de oligarquías que han sido, principalmente, focos de ignorantes contagiosos.

Aunque tengamos muy en claro lo que debemos hacer, y lo que no debemos hacer, en materia de “producción informativa” emancipadora, la praxis ha sido débil. No es suficiente el rigor teórico ni el debate acalorado, no son suficientes las bibliografías ni las poses de los eruditos “progres”. Tampoco nos sirven los corrillos de los “críticos” que hablan a espaldas incapaces de resolver los problemas que hay enfrente. El avance de los modos de producción “noticiosa” capaces de derrotar al modelo hegemónico burgués requiere un plan de trabajo político de gran alcance y a partir de condiciones concretas. Producir información de calidad revolucionaria y divulgarla exhaustivamente debe ser parte de la lucha mundial generalizada de la clase trabajadora contra el capitalismo. No hay atenuantes.

Hemos sabido desde hace mucho tiempo que un “noticiero” útil a la humanidad debe ser fundamentalmente una herramienta organizadora en territorios concretos. Una usina filosófica de la organización para intervenir correctamente en escenarios específicos. Hemos sabido que esos escenarios específicos son los frentes de lucha de la clase trabajadora no sólo en las fábricas o en los campos contra los terratenientes, también en las artes, en las academias, en las oficinas, en la cultura… ahí donde las voces de los trabajadores se organicen para una lucha justa, ahí nace la agenda de los noticieros revolucionarios.

Pero no es suficiente con encontrar los escenarios, es necesario, además, encontrar los vocabularios, las sintaxis, los tonos y los modos de contar y contagiar el alma organizativa de la historia revolucionaria en su escala y con las tácticas de los trabajadores y no la de los informadores. Eso cambia todo el desafío y lo hace más complejo porque lo hace dinámico, porque lo convierte en revolución cultural también dirigida a despojarnos del modelo “noticioso” inoculado a los pueblos como si se tratara de la única y mejor forma de transmitir información. A muchos les resulta imposible el parricidio de forma y contenido mercantiles en materia de “noticias”. Pero habrá que hacerlo.
Por ejemplo, TeleSur ha dejado una marca imborrable e invaluable en la batalla enorme de transformar la producción de información en una herramienta revolucionaria de los pueblos para hacer visibles sus luchas haciéndose visibles como protagonistas. Pero no podrá lograr mucho por si sola una televisora que para crecer requiere que crezcan con ella, en simultáneo, muchos otros medios de producción informativa solidarios y concatenados en la lucha contra el modo y los medios capitalistas de información. Se necesita una y dos mil “Prensa Latina”, se necesitan miles de medios alternativos y comunitarios, televisoras, documentalistas, radios, impresos expresando sus tácticas y estrategias en lo concreto pero con una agenda de unidad sistematizada en los objetivos de máxima. O sea, lo que no hicimos.

Hablamos de una revolución mundial de la producción de información capaz de ser nueva por ser colectiva, democrática y revolucionaria. Capaz de aprender a sumar voces y hacer con ellas un relato poderoso contra las mentiras y, principalmente, afianzar un método de producción en el que sea la multipolaridad de los puntos de vista la que construya fortalezas en la lucha unificada por la verdad y contra el capitalismo enemigo común de la especie humana.

La otra parte de nuestra derrota histórica es no contar con las escuelas de formación que necesitamos para la revolución de la información. Nosotros no necesitamos informadores “neutrales”, nosotros necesitamos científicos de la información que fijen postura la lado de los pueblos en la búsqueda inalienable de la verdad y su construcción científica necesariamente social ahí donde se lucha. Necesitamos compromiso estético y ético para una revolución del pensamiento que necesita de la información como la vida necesita del oxigeno. Nada más, y nada menos, de ese calibre es la responsabilidad y el alcance de la tarea. Es tan extraordinaria su importancia que no podemos dejarla en manos del capitalismo, ni un minuto más. Entérate.

Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía

De boca en boca en la RADIO Pública - Comunicación por los derechos humanos